jueves, 21 de junio de 2007

El camino ebrio (Para Dami)

-No ha venido el profesor de Física y Química. Hoy saldréis una hora antes. Ahora después pasará un profesor de guarda a recogeros.

La ventaja de ese instituto, era que los alumnos podían salir una hora antes si faltaba un profesor. Él, como todos, agradecía poder salir una hora antes, escapando del sofocante calor que entraba por las ventanas, y que se veía aderezado por la descomposición de fuerzas en un plano inclinado con poleas.


Se dirigieron a la entrada, y parecía que se convertían en reos libres, cruzando el umbral al aire libre de la puerta principal. Él fue con sus amigos, hablando de los últimos exámenes, de los que los pocos que quedaban, y del buen verano que iban a pasar.


-Iremos a algún piso alquilado en la playa, ¿no?

-Vosotros sabréis. Si quiero ir a eso, necesito trabajar primero en algún sitio, y después, que esa es otra, que me dejen mis padres. Lo tengo jodido, la verdad.

-Pues no se tío, tú sabrás. Yo lo hablaré con todos estos, y ya veremos lo que hacemos.

-Si al final pasará lo de siempre. Se dicen muchas cosas al principio, nos llenamos de planes para ocupar el tiempo vacío que se nos viene después de coger las vacaciones, y al final no haremos nada. Uno se irá de vacaciones con su familia, otro se buscará algo con otra gente, y otros a trabajar. A ganarse algo.



Llegó el momento en el que cada uno de los amigos echaba por un camino para ir a su casa. Él llegó al portal de la suya. Hacía poco que se había mudado, pero, como siempre le había pasado, no se encontraba extraño en ese nuevo sitio. Sabía adaptarse a las situaciones. Si no puedes amoldar las situaciones a ti, tienes que amoldarte a las situaciones. Ese lugar era momentáneo. Un puente para lo que realmente querían. Un piso dejado, por unos familiares generosos, que en “tiempos difíciles”, donde otros se convertían en alimañas por algo de dinero mostrándose en tu contra por cualquier cosa, mostraban su apoyo incondicional. Apoyo que nunca será olvidado.


A lo que si le había gustado adaptarse era al ascensor. Había aprendido a evitar las escaleras tanto como a evitar ver a idiotas en su hábitat natural (léase Supervivientes y sucedáneos). Subió al tercer piso y llamó a la puerta de su casa. No había nadie. “Joder, siempre lo mismo. Nunca me acuerdo de coger las putas llaves. En fin, a escuchar música.” Se sentó en las escaleras, que esta vez le servían para sentarse. “Cada cosa en su determinado momento, tiene una utilidad.” De repente, se acordó de algo que tenía que hacer. Coger una bolsa de fruta de una prima de su madre. “Bueno, así me entretengo”. Volvió a tomar en ascensor, salió del portal, y el sol volvió a darle un puñetazo en los ojos al salir a la calle.


Iba caminando, observando sus pensamientos. Unas veces, observaba todo lo que acontecía a su alrededor, tenía en cuenta quien iba en los coches, los semáforos de alrededor, quien había en cada esquina, quien venía por detrás y por delante. Pero, otras, iba demasiado inmerso en sus pensamientos. Tanto, que no se enteraba de nada de su alrededor. Aquella vez, iba inmerso en sí mismo, y obvió a alguien que yacía a su paso. Tendido en el suelo.


-Chico, ayúdame, por favor.


Pelo totalmente cano pero piel sin arrugas, como si hubiese tenido que envejecer antes de tiempo. Ojos azules. Los más bonitos que había visto en su vida. Un azul claro, pero que encerraba turbidez. Jersey negro, manchado del suelo que le había valido como apoyo en ese momento. Pantalones beige, igualmente manchados. Zapatos negros. Aquella persona, ladeó la cabeza, y dejo ver restos de vómito en la comisura de sus labios. El aliento le olía a alcohol. Eso explicaba el estado de embriaguez en el que se encontraba. Explicaba que las palabras se le acumularan en la boca y luego las fuera escupiendo como podía. Él, el chico, echo el brazo de aquel hombre encima de su hombro, y lo ayudó a levantarse. Caminaron un poco. Muy poco. Dos pasos. Una chica les paró.


-Damián, ¿qué te pasa?

-No… no me pasa nada.

-Chico, ayúdame a llevarlo a aquella cafetería –dijo señalando unos treinta metros atrás, siguiendo el camino que el chico había recorrido.

-Vale.


La gente que caminaba por la calle seguía a lo suyo. Llamadas de teléfono, amas de casa con los carritos llenos, niños que salían del colegio, y un cierto aire de indiferencia que solía pasear por allí. Las tres personas fueron caminando lentamente, soportando en el centro a Damián, que no podía sostenerse solo en pie.


-Dami, no me gusta verte así. ¿Quieres que llame a tu hermana?

-No… no la llames. No quiero verla.

-¿Y a tus padres?

-Mis padres… mis padres no están. Se… se han ido a la playa.

-¿Entonces a quien podemos llamar, Dami?

-No lo sé…


Poco a poco, se iban aproximando a la cafetería. El sol pegaba la ropa a la piel. El olor a alcohol se pegaba a la nariz. La indiferencia se pegaba a todo el mundo, creando una atmósfera diferente a cualquiera de la que hubiese estado. Sentaron a Dami en una silla de la cafetería, y la chica se acercó a alguien que estaba apoyado en la pared. Él, el chico, la siguió.


-Oye, ayúdame a llevar a Dami a algún sitio. No quiere ver a su hermana y dice que sus padres no están.

-Pues… no se a quien llamar, ¿llamo a una ambulancia?

-No, no creo que sea necesario.

-Ya sé a quién llamar. Llamaré a su amigo…

-Chico, tú te puedes marchar ya si quieres. Muchas gracias.



Él, el chico, obedeció, y dio media vuelta, ésta vez observando todo aquel sitio e inmerso en sus pensamientos. Cuando pasó por el lado de Damián, éste le dijo.


-Chico… muchas… muchas gracias.


Dami le tendió la mano, y le volvió a mirar con todo lo bueno que había en esos preciosos ojos. Una mirada sincera. Decía: “Siento esto. Siento mi situación, y siento que hayas tenido que cargarme aunque haya sido por un corto tiempo. Muchas gracias, de verdad.”


El chico, le dio la mano, le sonrió, y le deseó con sus ojos toda la suerte que la vida le había negado hasta aquel momento.


Volvió a coger el mismo camino, para coger la bolsa de fruta que le aguardaba en la casa de la prima de su madre. Pensando y observando.


Canción: Wet Sand – Red Hot Chilli Peppers

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