sábado, 24 de febrero de 2007

Nudillos

¿Qué puedes hacer si tus actos no se recompensan con confianza? Nada. Haces algo bien, y no se te recompensa con nada. Pides confianza. No se te otorga. Nunca se te otorga. En momentos como ese piensas ¿y para qué tanto actuar bien siendo consecuente con unos principios (de los muchos que hay) "de buen chico"? Y no me refiero a morir por nadie, ni darlo todo. Estoy hablando de esas pequeñas cosas. De pequeños favores. De, a veces joderte tu para que otro pueda disfrutar. De dejarte los huevos en algo para otra persona. Y no actúas por que eres bueno o malo. No. Esa es la capa, la superficie, la máscara que dejas ver a los demás y a ti mismo para decirte que no pasa nada, que lo has hecho bien y que eso es lo que importa. Y sí pasa. Esperabas algo a cambio. Y no lo recibes nunca. Solo puedes apretar los dientes, enfadarte, cagarte en todo lo primero que se te pase por la cabeza (exista o no en el diccionario de la RAE), dar un puñetazo en la pared y sorprenderte de que, aunque tengas los nudillos sangrando, la rabia que te come por dentro es mas fuerte que el dolor, al que le respondes con indiferencia.

Y te cuestionas lo que haces. Y porqué lo haces, sabiendo que no te traerá nada. Bien. Lo haces, porque, en el fondo, aunque ya te hayas cagado hasta en San Cucufate, hay algo que te dice: "Desahogate. Tranquilo. Ninguna cuenta queda sin ser saldada. Para bien o para mal. Todo llegará, y entonces comprenderás todo esto". Y te calmas. Te sosiegas. Y piensas que a lo mejor si que merece la pena hacer todo eso que te produce tanta insatisfacción, tanta rabia.

Y entonces, notas un dolor de cojones en los nudillos. Ahí, ves que todo va bien. Para que luego vuelva a pasar a ir mal. Hasta que pase aquello que esperabas sin saber que esperar.

Canción: The view from the afternoon - Arctic Monkeys

jueves, 22 de febrero de 2007

La niña y su cachorro

Observaba. Siempre hacía eso. Observar cada detalle que le rodeaba. Una chica, seguramente menor que él, se mostraba vergonzosa al comprar unas hojas de cuaderno. Hablaba bajito. Se equivocó al dar el dinero y la dependienta se lo dijo amablemente. La chica rectificó y se despidió. Se fue rápido y él no pudo despedirse de aquella chica.

Salió de la tienda donde había ocurrido esto y volvió a ponerse los auriculares del mp3 (relativamente viejo). Siempre que podía, escuchaba música. Su buena música. El no sabe que haría sin ella. Fue paseando poco a poco. Sin prisas. Haciendo lo que siempre hacía. Se puso a pensar sobre si interesarse por alguien que no lo hace por ti merecía la pena. "Valorar ciertas cosas es algo que se debe aprender. Y a veces solo aprendes fallando, perdiéndolo." Eso le apenaba.

Escuchó un ladrido ahogado que arrancó ese pensamiento de su cabeza, dejándo esa idea flotando en el aire. Perdiéndose, mezclándose con el humo del tubo de escape de un coche que pasaba por allí, sin tener culpa de nada. Volvió a escuchar el mismo ladrido y pudo detectar de donde provenía.

Una madre organizaba el maletero de un coche, ajena de su hija y su cachorro de perro. La madre había dejado el coche aparcado justo enfrente de la puerta de la casa donde iba a entrar. A lo mejor era la suya o la de su madre (la abuela). Pero por la manera de adelantarse la hija a la madre, por la manera de hacer un suave tintineo, monótono, familiar sobre las llaves la mujer del coche (la madre), pudo ver que era su casa. Ella estaba de espaldas y no podía verlo. Seguramente lo habría ignorado, puesto que el perro seguía chillando. La niña arrastraba de una correa. Al final de la correa estaba un perro pequeño. Parecía querer meter su cabeza por el agujero de la correa. Intentaba frenar el movimiento involuntario, producido por su dueña, con las patas traseras. Pero no podía. La inercia lo arrastraba.

Acto seguido, el perro quedó suspendido en el aire, sujetado por una correa, sujetada por las manos de su dueña y ésta observaba al cachorro dar vueltas sobre su eje. Levantó al perro, lo cogió con todo el cariño que podía leerse en sus ojos. Todo el cariño que una niña pequeña puede dar era dado a unas manitas que sujetaban a un cachorro. La niña apoyó su nariz sobre el lomo del perro y después hizo lo mismo con sus labios, dándole un beso. Retiró la nariz y los labios y alejó su cara del perro. Sonrió, empujó la puerta entreabierta de su casa (seguramente abierta previamente por su madre, que en ese momento guardaba las llaves) y entró con el perro entre sus manitas.

La madre, ajena voluntaria o involuntaria a todo lo acontecido, cerró el maletero, cerró el coche y después lo mismo con la puerta de su casa, tras de si.

Él continuó su camino. "A veces hacemos daño a las personas (o perros) que mas queremos, sin darnos cuenta. Y a veces somos nosotros quienes recibimos ese daño, sin saber porqué nos lo hace la persona a la que queremos" Continuó su paseo, pensando en ello y dejando que el pensamiento anterior subiera a la atmósfera junto con el humo del coche contribuyendo a calentar el planeta. Su mp3 pasó a la siguiente canción, como si no hubiese pasado nada. O como si sí hubiese pasado.

Canción: Sonata para piano Nº 14, Claro de luna (Moonlight) - Beethoven

miércoles, 21 de febrero de 2007

Flujos

Apareció a su lado, como un aire fresco que le desprendía su somnolencia bruscamente. Llegaba tarde, aunque para él ella siempre llegaba tarde. Nunca era pronto, y sin embargo siempre después decidía que, ni pronto ni tarde, no quería que se diese más lo mismo en el tiempo. Y luego lo volvía a desear.

La saludó, y ella le respondió, transmitiéndole ahora no el arrastre de su adormilamiento, sino algo menos perceptible, que parecía indiferencia. Comenzó como siempre. Cosas sin importancia, tratadas desde un punto mas bien frívolo, trivial. Las cosas que parecían tener importancia no la tenían. No la merecían. Su trascendencia era mínima, y por eso le otorgaba ese papel. "Los entrantes", pensó. Era lo que lo presentaba todo, lo que daba pie a lo importante. Pero no era lo importante. Le dijo que había escrito algo, y que si quería, podía echarle un vistazo. Nada más lejos de su propia pretensión y nada estaba exento de ironía.

Ella no podía. No era que no quisiese, aunque tampoco quería; no era que no pensara que no lo merecía; aunque realmente no lo merecía. Simplemente, no podía. Su atención en ese momento estaba dirigida hacia otros asuntos, mas importantes. Para ella. Para él, esos asuntos eran también importantes, pero no más en la medida de que le influirían intensamente en un breve lapso de tiempo. Como todo, se irían mas tarde, sin hacer demasiado ruido, pero haciendo el justo para que se diesen cuenta de que se iban (él y todo aquello).

Ella estaba distraída, en su mundo, como lo llamaba. Le contaba una cosa, como si fuera un cebo. Él picaba, pidiendo más explicaciones, y, entonces ella tiraba del sedal, dejándolos a él y al pobre pez sin saber que ocurría y sin cebo. "No me gustan las medias tintas". Dijo eso, y lo achacó a un entrante, de aquellos intrascendentes, por quedar bien y para darse cuenta de que, como dice Ambrose Bierce, la cortesía es el tipo de hipocresía más aceptable. Y pensó: "Si quieres decirme algo, dímelo. No pretendas alimentar más tu egocentrismo, captando mi atención con algo y luego, dejarme captado y sin saber más".

Ella siempre decía que algunas cosas eran buenas guardárselas. Él hizo eso mismo, tragándose un poco la honestidad, aquel principio por el que él se regía, dejándo un poco fuera (visible a los dos) la aceptación de todo aquello. Y hacía eso porque al final lo diría todo. Qusiera o no lo haría. Decir es otro hacer. Y el lo haría. Diría todo esto porque no puede controlarlo. Puede esconderlo un poco, pero lo dice al final. Esa era parte de su fuerza y su debilidad.

Otra parte de lo mismo, de su fuerza y su debilidad, en la misma proporción, ("el equilibrio", pensó), era que podía ver mucho más allá de las palabras. Sabía que estaba distraída. Sabía porqué ella alimentaba su egocentrismo. Sabía porqué había dicho aquello, que luego no quiso aclarar, dejándolo a él hambriento de aquella verdad. Sabía muchas cosas. Por la manera en la que no se lo había contado. Por la manera de desdén arrastrado en cada vocal que salía de su mente, boca y manos. Cada matiz podía interpretarlo. Pero él decía que vale. Lo paraba ahí todo. No le dijo que sabía más de lo que ella pensaba, pero menos de lo que él necesitaba (necesitar, que no querer). No continuó. "Haz lo que veas", y se fue. Como siempre, deseando que aquello no hubiera tenido lugar. Y como siempre, más tarde, deseando un poco más. Masoquismo, idiotez, etc. Daba igual. La ironía es lo que tiene. Siempre aparece, irónicamente, donde no debe.

Canción: Prometeo - Extremoduro

Rectificación

En el anterior texto, hablaba sobre lo de si no te gusta, no lo mires. Y, acerca de esto, pensaba que debías cambiar lo que no te gusta. Bien. Como se suele decir, rectificar es de sabios, aunque no lo hagan las personas que deberían hacerlo, pero bueno. Lo del "gusto", son cuestiones psicológicas, aunque no carentes de importancia, por supuesto. Pero, si vas por la calle, y no te gusta un perro, según lo que dije, para arreglarlo, podrías sacrificarlo, por el mero hecho de que no te gusta. ¿Que no te gusta no follar?. Tranquilo, ordena a la primera que se pase por la calle que se suba encima de tu mastil y a navegar. Asunto arreglado. Como no te gustaba y habías de hacer lo posible para cambiarlo...

¿Comprendéis lo que digo? Si no te gusta no tienes porqué cambiarlo. Hay que analizar caso por caso y ser consecuente con una serie de principios. No trato de definir cuáles sean esos principios. Simplemente digo, que, las cosas que no te gusten en materia psicológica, no es que debas o no cambiarlas. Acéptalas. Y, en lo referente ya más en otros terrenos, no se, como ir con un bocadillo muy grande por la calle y ver a una persona pidiendo. Dale el bocadillo y que al menos coma ese día. Eso puedes hacerlo, y, al menos, podrá disfrutar de comida. Podría tirarme así con un montón de casos. Mejor lo dejo y a ver que se os ocurre. Pensadlo.

Canción: Metro - System of a Down

jueves, 15 de febrero de 2007

Era inevitable

Me voy de mi casa. Hoy es definitivo. Después haber visto los carteles de "se vende" en el balcón y en la ventana de la cocina. Después de haber recibido llamadas de tantas inmobiliarias preguntando por él. "Mis padres no están, y yo no llevo este tema". Esa respuesta me ha salvado muchas veces de tener que dar explicaciones innecesarias a nadie. Ha pasado por aquí todo tipo de gente, interesada por el piso. Y todo tipo de agentes inmobiliarios, llamando para enseñar el piso por la noche o justo después de comer. Decían que los clientes solo podían ver el piso a esas horas. Hay que joderse... También he visto una venta no prosperada y la señal en manos de la inmobiliaria, alegando para quedarse el dinero "gastos de gestión". Qué hijos de puta. Pero como he dicho, hasta estos momentos, yo no llevaba ese tema. Hace unos días, tuve constancia de que el piso estaba vendido. Una constancia de mucho dinero (por lo menos para mí), en un sobre que pude ver de refilón en las manos de mi padre.

Ahora empiezan los trasiegos de empaquetar, de ordenar, de hacer listas, de tirar cosas innecesarias. Hemos ido cogiendo cajas de la calle para meter los enseres. La verdad, da lo mismo. Si hacía falta, se cogían. Pero aún así no me daba cuenta, de que pronto me iré del sitio donde he vivido hasta hoy. Yo también, porsupuesto, he tenido que ir organizando mis cosas. He ido a un armario y he empezado a sacar cosas. Cajas y carpetas, sobre todo. He cogido una silla, me he sentado y he ido viendo con detenimiento tantos recuerdos. He podido ver en un diploma, que de pequeño tenía una cara de piola, de pícaro, de tener azogue que ahora me sorprende. También he encontrado una vieja carpeta con mis dibujos de pequeño. Había de todo. Personajes de videojuegos, patios de colegio, caras, personajes muy variopintos, cosas que veía en los dibujos animados. Como digo, infinidad de cosas. Puedo decir que he tenido infancia. He seguido viendo cosas. Una vieja peonza, que se puso de moda hace relativamente poco, y se fue de la misma manera. Entradas a museos, al oceanográfico concretamente, que me han recordado lo fácil que era la comunicación con un león de mar a través del internacional lenguaje de los eructos. Estampas repetidas que me daban mis amigos, ya que mi padre nunca quería que me gastase el dinero en eso. Porque el album al año siguiente iba a la basura, y otra vez había que comprar otro y más estampas. Una colección que no merecía la pena. Aunque, lo que él no sabía, era que lo que realmente merecía la pena, era ganar o perder a juegos con ellas, con tus amigos. Apuestas llenas de inocencia, si se pueden llamar así. Revistas de videojuegos, que me recuerdan que, si antes les hacía algun caso, ahora ninguno. Y un montón de periódicos. Algunos con momentos del deporte. Y otros con momentos de aquí. Y en uno salgo yo. Algo mas mayor que en la foto del diploma. Recordando lo mal que lo pasaba jugando al fútbol en una competición. Y en otra carpeta, llena de cosas de hace unos pocos años, del instituto, he visto algunos textos de hace tiempo. He podido ver cuantas tonterías podía llegar a decir, cuando tenía el amor idealizado. O cuando mi madre no quería que viese noticias en la tele. Con respecto a lo primero, simplemente diré que confundía amor con prosa. Que utilizaba palabras que no entendía muy bien. Que era empalagoso. También había alguna que otra "poesía comercial", de rima fácil, y sin un sentido ni siquiera aparente para mi. Y en lo referente a lo segundo, lo mas interesante que escribí era que, si algo no te gusta, no lo mires, aparte de que podía llegar a abstraerme y convertirme en un rebelde sin causa, o algo así. No puedes decir que si no te guste no lo mires. Si no te gusta, intenta cambiarlo. Haz lo que puedas, aunque no sirva de nada. Pero no permanezcas impasible viéndolo, o no tuerzas la mirada ha otra parte porque eres más feliz sin saberlo, porque habrás hecho caso al mito de Adán y Eva. Ésto último, mejor lo dejo para que lo penséis vosotros. Sobre todo esto, es algo que pertenece a mi pasado. Se que siempre formará parte de mi, aunque lo considere algo malo. Pero, lo he cogido y lo he pasado todo por agua. He dejado que el agua del grifo fuera poco a poco borrando la tinta, destruyendo el papel. El bezoar resultante, esa bola de papel que antes formaba parte de mi, pero que se ha ido o a evolucionado (para bien o para mal), a ido a la basura. No importa, ya que, como digo, eso está dentro de mí.

Todo esto me a hecho ver, que siempre cambias. Da igual como seas. Cambiarás, ya sea para mejor o para peor. En lo físico, en lo sentimental, en lo referente a ideas y a opiniones. En todo. Es un proceso continuo de anamorfosis. Podríamos llamarlo evolutivo. También me ha servido para ver, que algunas cosas que no entendía entonces, han cobrado su sentido ahora. Y también, ahora, para entender cosas que no lograba comprender. Como leí de cierta persona, en el tiempo todo ocurre a la vez. Y como también dice, eso es un secreto; olvidadlo. El caso es que, me he dado cuenta de que me voy de mi casa, porque, aquí es donde he vivido todo esto, todas esas cosas buenas y malas. Y, aunque me vaya, de algún modo, seguirán conmigo.

Canción: Hymn to freedom - Oscar Peterson

jueves, 8 de febrero de 2007

Hace tiempo, ni mucho ni poco, sino sólo el necesario, que escribo algo. Supongo que tarde o temprano, acabaría creando un blog. Un saludo a todos.

Canción: Misas y cenas - Hora Zulú