jueves, 22 de febrero de 2007

La niña y su cachorro

Observaba. Siempre hacía eso. Observar cada detalle que le rodeaba. Una chica, seguramente menor que él, se mostraba vergonzosa al comprar unas hojas de cuaderno. Hablaba bajito. Se equivocó al dar el dinero y la dependienta se lo dijo amablemente. La chica rectificó y se despidió. Se fue rápido y él no pudo despedirse de aquella chica.

Salió de la tienda donde había ocurrido esto y volvió a ponerse los auriculares del mp3 (relativamente viejo). Siempre que podía, escuchaba música. Su buena música. El no sabe que haría sin ella. Fue paseando poco a poco. Sin prisas. Haciendo lo que siempre hacía. Se puso a pensar sobre si interesarse por alguien que no lo hace por ti merecía la pena. "Valorar ciertas cosas es algo que se debe aprender. Y a veces solo aprendes fallando, perdiéndolo." Eso le apenaba.

Escuchó un ladrido ahogado que arrancó ese pensamiento de su cabeza, dejándo esa idea flotando en el aire. Perdiéndose, mezclándose con el humo del tubo de escape de un coche que pasaba por allí, sin tener culpa de nada. Volvió a escuchar el mismo ladrido y pudo detectar de donde provenía.

Una madre organizaba el maletero de un coche, ajena de su hija y su cachorro de perro. La madre había dejado el coche aparcado justo enfrente de la puerta de la casa donde iba a entrar. A lo mejor era la suya o la de su madre (la abuela). Pero por la manera de adelantarse la hija a la madre, por la manera de hacer un suave tintineo, monótono, familiar sobre las llaves la mujer del coche (la madre), pudo ver que era su casa. Ella estaba de espaldas y no podía verlo. Seguramente lo habría ignorado, puesto que el perro seguía chillando. La niña arrastraba de una correa. Al final de la correa estaba un perro pequeño. Parecía querer meter su cabeza por el agujero de la correa. Intentaba frenar el movimiento involuntario, producido por su dueña, con las patas traseras. Pero no podía. La inercia lo arrastraba.

Acto seguido, el perro quedó suspendido en el aire, sujetado por una correa, sujetada por las manos de su dueña y ésta observaba al cachorro dar vueltas sobre su eje. Levantó al perro, lo cogió con todo el cariño que podía leerse en sus ojos. Todo el cariño que una niña pequeña puede dar era dado a unas manitas que sujetaban a un cachorro. La niña apoyó su nariz sobre el lomo del perro y después hizo lo mismo con sus labios, dándole un beso. Retiró la nariz y los labios y alejó su cara del perro. Sonrió, empujó la puerta entreabierta de su casa (seguramente abierta previamente por su madre, que en ese momento guardaba las llaves) y entró con el perro entre sus manitas.

La madre, ajena voluntaria o involuntaria a todo lo acontecido, cerró el maletero, cerró el coche y después lo mismo con la puerta de su casa, tras de si.

Él continuó su camino. "A veces hacemos daño a las personas (o perros) que mas queremos, sin darnos cuenta. Y a veces somos nosotros quienes recibimos ese daño, sin saber porqué nos lo hace la persona a la que queremos" Continuó su paseo, pensando en ello y dejando que el pensamiento anterior subiera a la atmósfera junto con el humo del coche contribuyendo a calentar el planeta. Su mp3 pasó a la siguiente canción, como si no hubiese pasado nada. O como si sí hubiese pasado.

Canción: Sonata para piano Nº 14, Claro de luna (Moonlight) - Beethoven

1 comentario:

Isa dijo...

ulasssss...k como m has pedido k te dejara un comentario pues aki stoy jeje, la verdd nunca m a gustao esto de dejar comentarios mas k nada pork nunca tengo nada k decir...ya sabes k pienso de ti asik no m voy a alargar muxo, solo decirte k eres muy buen tio y k siempres k m necesites estaré aki...m necesites o no..xD..cuidate muxo muxo y no dejes k nadie te cambie (ya se k esto no hacia falta k te lo dijera, pero..kedaba bien..xD) un bso muy grande!